Fuente: vanitatis.elconfidencial.com
Javier Aranda es uno de los cocineros más jóvenes y que mejor lo están haciendo en Madrid. Sorprende como desde su desenfadada juventud (y la de todo su equipo), demuestra una gran madurez en su propuesta gastronómica y en la filosofía y encaje de todo su planteamiento. Tras formarse en El Bohío, de Pepe Rodríguez, y Santceloní, pasó por la cocina de Piñera, hasta que hace dos años y con sólo veintisiete años, decide abrir su propio restaurante. No tarda en llegar su más importante reconocimiento hasta la fecha, en forma de estrella Michelin y un sol Repsol, que no vienen sino a corroborar la fuerza de su propuesta.
Un local bien distribuido y versátil con distintas zonas, todas decoradas con imaginación y de forma sencilla pero de elegante y original resultado. A una pequeña terraza donde tomar algo a cualquier hora; se reparten junto a la entrada, una serie de mesas en las que se puede beber desde un café por la mañana hasta tapear de noche. En la planta baja hay un comedor agradable donde se impone una sugerente carta de raciones y tapeo. De un espacio interior sin valor, han sabido sacar una sorprendente bodega que recorre en altura el restaurante como una columna de luz en la que se guardan las botellas de vino y donde al finalizar la comida, si es temprano, se puede disfrutar de una copa, en un ambiente muy agradable.